Saludo Párroco


Queridos hermanos y hermanas,
Al igual que muchos de nosotros, he pensado constantemente en lo mucho que he deseado la llegada del nuevo año, porque entre la pandemia, una depresión global, el desorden político y la discriminación de la injusticia racial, 2020 ha sido un año que pocos de nosotros olvidaremos.
Cuando nos enfrentamos a desafíos tan intensos en la vida, a menudo sentimos que no podremos superarlos. Pero la verdad es que, la mayoría de nosotros, hemos superado bastantes desafíos a lo largo de nuestras vidas.
Este año, a pesar de todo, también hemos visto lo mejor de nosotros mismos y de los demás. Creo que muchos de nosotros hemos practicado una resiliencia y un nivel de cuidado que no sabíamos que teníamos en nosotros. Las vacunas también han traído nuevas esperanzas. Los efectos de la pandemia se mantendrán sin duda durante mucho tiempo: En la forma en que trabajamos, en la forma en que los niños y jóvenes aprenden, en la forma en que luchamos por la justicia social, en la forma en que reconstruimos nuestras vidas de la destrucción económica de muchas pequeñas empresas, y cómo nos recuperamos de la pérdida de los seres queridos y nos reconectamos entre nosotros como seres humanos.
Hemos hecho modificaciones a lo largo del año en cómo expresamos nuestra fe, en cómo trabajamos y en cómo nos relacionamos unos con otros. En concreto, hemos estado dedicados (conscientemente o no) a cómo seguir proporcionando un servicio vital que revitaliza a nuestros compañeros cristianos alrededor de nosotros. Es el servicio de compartir ESPERANZA. Esperanza que nos ayude a afrontar el nuevo año con valentía y fuerza. Nuestros corazones laten juntos como uno (un latido) en la Hermandad porque la sangre del Jesús Nazareno del Gran Poder fluye por nuestras venas, y nuestra esperanza viene a través de la intercesión de la Virgen de la Esperanza Macarena (una esperanza).
Un fraternal saludo,
P. Julio
